Lecciones de Tokio 2020

De todas las competencias deportivas de alto nivel en el mundo, las Olimpiadas son mis favoritas. En palabras de Yuval Noah Harari, “las Olimpliadas son un modelo de cooperación, una competencia entre naciones para la cual hay que adherirse a unas reglas compartidas que organizan la relación entre dichas naciones. Son un despliegue asombroso de armonía global”. Siguiendo a Harari, como me gustan tanto las olimpiadas, quiere decir que soy globalista.

Estas olimpliadas en particular, Tokio 2020, tienen un matiz especial porque suceden en medio de una pandemia que tuvo al mundo de rodillas. Los atletas tuvieron que esperar un año para competir en escenarios sin público presente. Para mí, estas Olimpiadas representan la resiliencia y el espíritu de superación de la humanidad, la voluntad colectiva de seguir adelante, de seguir aspirando a lo bello y a lo excelente.

Además, estos juegos olímpicos tuvieron una gran representación de atletas costarricenses, motivo de orgullo especial. Cada uno y cada una de esas jóvenes estrellas, que dejaron al país por todo lo alto, representan lo mejor de esta tierra: compromiso, perseverancia, disciplina, valentía y el tener un lugar entre los mejores del mundo en muchos campos. Definitivamente son un ejemplo que nos inspira y nos recuerdan que alguien que ama lo que hace y que se compromete con el proceso, puede sorprender con su talento y dejar una huella importante en muchas otras personas.

Sumado a lo anterior, como si todo no fuera ya suficientemente grandioso, en estas Olimpiadas Tokio 2020 fuimos testigos de varios gestos enfocados en valores, en salud mental y en derechos humanos, que me llegaron hondo. Todos vimos el cierre de la coreografía de la gimnasta Luciana Alvarado, con un homenaje a la lucha contra el racismo.

También, pudimos ver manifestaciones de protesta de equipos femeninos que pusieron en evidencia protocolos sexistas en el uso de uniformes y, por supuesto, tuvimos el privilegio de observar cómo Simone Biles, gimnasta estadounidense, en un gesto heroico se puso a sí misma primero. La gran campeona le enseñó a grandes y chicos que la salud mental va primero, que se vale no poder, no querer, poner límites; que eso no te hace menos campeona ni anula tus logros ni tu potencial a futuro.

En fin, unas olimpiadas para recordar por todos los tiempos. Que nos queden impresas estas lecciones, que nos inspiren a seguir, a estar mejor, a cuidarnos y a colaborar en armonía. Esa es la más maravillosa expresión de nuestra humanidad.

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